Salvador Allende y Susana Vaca

Golpe de estado de Pinochet, el 11-S, hace 25 años

Ya anochece antes de las nueve, miro la cuenta corriente, el bonobús, el saldo… Ay, ironías del destino, me han pasado dos veces la factura del mes de julio. Precisamente ahora que trataba de articular una noticia sobre “estafas” de telefonía móvil. Es un 11-S internacionalmente anodino: ni la CIA ni Al Qaeda dan señales de vida.

Tampoco recuerdo haber sentido vibraciones en las alcantarillas ni leído grandes cosas en los periódicos, aunque tal vez me equivoque. Mientras espero al autobús (si, también robaron la bici) y llego tarde a una reunión, llamo al 609. Tengo en mis manos la prueba del delito: el pago de la factura duplicada. Una señorita llamada Susana Vaca me atiende, sopla viento, ese cierzo que siempre acompaña los buenos momentos y viene el autobús. Entonces un pequeño torbellino arranca de mis manos el resguardo de la factura, y la mochila de cuero se me cae al suelo. El tiempo se detiene. Un tic molesto entra en los ojos. Me da un tirón en la planta del pie.

Hay que elegir: autobús, mochila o factura. Inevitablemente recuerdo a Kevin Carter, que tuvo que escoger entre una buena fotografía y la vida de un niño en Sudáfrica. Escogió lo primero, ganó el Pulitzer y después (también) se suicidó. Será que será será…Suena una cancioncilla en mi cabeza. Mientras tanto la hoja de la factura emprende su rumbo entre los coches.

Semáforo en rojo: me lanzo a por el resguardo, de lo contrario pasaré los dos próximos años pendientes de una multinacional de telecomunicaciones. Tras lograr poner nerviosos a dos conductores y recuperar la prueba del fraude regreso a la parada victoriosa. Allí una señora agarra la mochila por el asa y vuelca su contenido sobre la acera. “¡Oh!-gime azorada” El pánico se dibuja en su mirada, pero yo soy buena gente y sé que no lo ha hecho de mala fé, así que recojo cuadernos, pañuelos, pase de la Expo (lo regalo con un mechero que cuesta 40 euros, interesados: comentad, porque recordaaaaad “hay que aprovechar, es vuestra última oportunidad”) y un libro (dedicado): “Soberanos intervenidos”, de Joan Garcés.

Entonces recuerdo que iba a escribir sobre Salvador Allende, porque el 11-S no solo es aniversario del atentado de Al Qaeda, también lo es del golpe de estado de Pinochet respaldado por el gobierno norteamericano.
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APENDICE:
Joan Garcés fue secretario personal del socialista chileno los tres años que duró su gobierno democrático, antes de que los sectores golpistas de las fuerzas armadas, financiados por la CIA, bombardearan el palacio de La Moneda. Salvador Allende ha sido el único presidente del S.XX que se negó a tomar un avión para escapar, su integridad se lo impedía. Salvador Allende era también una amenaza, porque había logrado el poder por la vía democrática, y la revolución (agraria, sindical, educativa) estaba en marcha. “Allende era consciente-cuenta Joan Garcés- de que la via chilena al socialismo no era exportable, y que debía guardar buenas relaciones diplomáticas” Aunque, sin la nacionalización de los recursos, las decisiones chilenas estarían supeditadas al imperialismo. La soberanía nacional de Chile no agradaba en EEUU, donde la Doctrina Monroe “América para los americanos” hace de América Central y del Sur, el patrio trasero yankie.

El diplomático estadounidense Kissinger (¡y premio Nóbel de la Paz! ¿Cómo designarán los jurados de estas cosas?) cuenta en sus memorias sin ningún arrobo llevó a cabo los más feroces planes de desestabilización para minar las reformas de la economía chilena y cebar las manifestaciones en contra del gobierno. El director del diario El Mercurio, democratacristiano, jugó un papel crucial en el plan de contaminación de la opinión pública. La Sociedad Interamericana de Prensa, se limitó a copiar y distribuir las notas oficiales supervisadas por la CIA. Los sectores golpistas del ejército encontraron un clima empresarial favorable para el asesinato, tal día como hoy, hace 25 años.

Ojeo de nuevo la prensa española, leo algo sobre Santacruz, la Media Luna, Bolivia. Las maneras de desestabilizar los países no han cambiado tanto. Creo que en cuanto pueda me daré de baja de esta compañía de teléfonos. Lo siento por Susana Vaca y el resto de sus compañeras que flotan en alguna isla del Mediterráneo Oeste.