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Visión 3D de la Iglesia de San Pablo, desde la calle San Blas | José Antonio Duce |
El Barrio del Gancho aumentó su fama, que ya cardaba la lana, en un popular docu-reality de televisión. El nombre toma su origen de una curiosa historia digna de un capítulo escrito por Ken Follet, cuyo escenario es la Iglesia de San Pablo.
La construcción del templo se remonta a la época del rey Alfonso I el Batallador, que reconquistó Zaragoza a los árabes en el año 1118. Probablemente, los colonos norteños y franceses introdujeron la profunda devoción que profesaban a San Blas en la población. Es por ello que los guerreros del rey erigieron un edificio en honor a este santo, hoy conocido como la Insigne Iglesia Parroquial de San Pablo Apóstol, o más popularmente como la “Parroquia del Gancho”.
Pero, ¿de dónde viene esta denominación tan poco relacionada con el ámbito religioso? Pues bien, su nombre, señoras y señores, se debe al símbolo por antonomasia de la parroquia y, por extensión, del barrio y de sus gentes: una afilada hoz de segador, un gancho.
En siglos pasados, el templo se hallaba en los extramuros de la ciudad, en un lugar salpicado por pequeños huertos y zonas de cultivo a las que se accedía mediante sinuosos senderos plagados de ramas, malezas y arbustos. Numerosos devotos que se dirigían en romería a la parroquia de San Blas portando estandartes para rendirle culto, se encontraban con la dificultad de atravesar el tortuoso paraje, que debía ser previamente despejado de dichos estorbos.
En una ocasión, una ingeniosa y anónima persona, decidió encajar una hoz en el remate de una pértiga para liberar el trayecto. Bajo el filo del “gancho” caían limpiamente ramas, árboles y arbustos cercenados de un solo tajo.
Esta práctica fue reconocida en el S.XVI por el Rey Juan I de Aragón, que concedió a la Parroquia de San Pablo el privilegio de abrir todas las procesiones que se celebraran en ciudad de Zaragoza. En la actualidad, y aunque no responda a su finalidad original, el Gancho sigue encabezando la procesión metropolitana del Corpus Christi y, todas las que salen de la parroquia.
Son muchos los que, a lo largo de la historia, han hecho referencia, directa o indirectamente, al origen de esta denominación. Por ejemplo, Ana Francisca Abarca de Bolea, noble dama del linaje de los Aranda, era poetisa, escritora y abadesa del Real Monasterio de Santa María en la villa de Casbas (Huesca). En uno de sus escritos, “Romance a la Procesión del Corpus de Zaragoza”, dedicó estos versos al Gancho de San Blas:
“Iba lo gancho primero
con muy grande ligereza
cortando todos los ramos
que han pasado en las tabernas”
La susodicha herramienta, aunque se desconoce si es la original o no, preside todas las celebraciones desde el ángulo derecho del presbiterio, en el remate inferior del retablo mayor. El vestigio de un símbolo secular, signo que inequívocamente identifica en la ciudad al templo, al barrio y a los parroquianos desde hace nueve siglos.