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Representación de la obra |
Este fin de semana, Teatro Arbolé pondrá en escena “El desatino de las aguas”, una obra dirigida al público familiar. La representaciones darán comienzo a las 18,00 horas el sábado y a las 12,00 y las 18,00 el domingo. “El desatino de las aguas”, del dramaturgo y director teatral cubano, René Fernández Santana, aborda los peligros que rondan al mágico líquido que originó y sustenta la vida en nuestro planeta, y condena la apropiación y el uso indebido de las aguas. Para ello teatraliza el egoísmo de unos seres, los Aguachurres, por poseer toda el agua del mundo.
Éstos se enfrentan a una ballena jorobada, a un coro de peces, a una vaca con lunares, a un conejo esperanza y a un perro cazador que, con ayuda de un pintor, conseguirán llevar las aguas a su lugar. Esta obra está concebida como una leyenda clásica en la que pugnan el mal y el bien, la avaricia y el amor, la mezquindad y la devoción, y donde las fuerzas creadoras –integradas en el personaje del artista, tan lleno de simbolismos – acaban por devolver el agua y la esperanza a todos los habitantes de la Tierra.
La historia que se representa surge de las leyendas de los pueblos que han creado de manera colectiva su propio imaginario, conformado por mitos, relatos e historia, a través de las cuales se explican sus creencias, su forma de ser y su origen, todo impregnado de una mágica identidad. Esta obra pretende que los niños y niñas aprendan a realizar un uso eficiente de los recursos naturales en general y del agua dulce en particular.
En la escenografía hay un tratamiento muy original de los espacios mediante retablos móviles que se apropian de toda la escena y que se mueven como el universo y el hombre, como las aguas de océanos, ríos, lagos, cascadas… Los personajes negativos (los Aguachurres) son voluminosos muñecos que se desplazan por toda la escena en sillas con ruedas, como las de oficinas. “El desatino de las agua” usa también muñecos planos articulados, cuyas limitaciones son vencidas por los actores, quienes los hacen muy expresivos. En el escenario todo está a la vista: el niño descubre y el actor se lo hace redescubrir. Mención especial merece la música del espectáculo, creada por José Luis Romeo, y que recrea el elemento del canto, el idioma que las aguas hablan.