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Fecha: S.XVI. Palacio de los Coloma. 1912: Remozo de fachada e interiores.
Estilo: Renacimiento y modernidad
Uso:Palacio familiar. Centro de la sociedad Mercantil, Industrial y Agrícola. Sede del Ateneo de Zaragoza , fundado en 1864.
Zaragoza renacentista
Zaragoza decimonónica
Zaragoza S.XX
El casino mercantil, oficina actual de Cajalón, es una espléndida fusión entre un palacio renacentista del S.XVI y un icono de la modernidad decimonónica ya que fue sede del Circulo Mercantil, Industrial y Agrícola de Zaragoza y del Ateneo. Su fachada fue reformada en 1912 por el Maestro Francisco Albiña, y en los salones de su interior, con claras influencias de la secesión vienesa, se realizan congresos.
El Casino mercantil es un edificio modernista alojado en otro previo del renacimiento. En el S.XVI se levantó en el Coso el palacio de los Coloma y fue durante años una mansión familiar. A partir del S.XIX se destinó sin embargo a fines de utilidad pública y material según acordó la Junta General del Casino.
Desde 1875 el Palacio de los Coloma fue sede del “Círculo Mercantil, Industrial y Agrícola de Zaragoza”, que, a imitación de los clubes ingleses, ocupó el edificio para sus reuniones, congresos y fiestas donde se realizaban tertulias literarias y negocios acerca de empresas eléctricas y ferroviarias. Allí se gestó parte de la exposición hispanofrancesa de 1908. A partir de 1892 el Centro Mercantil fue también la sede del Ateneo de Zaragoza, institución laica de influencias kraussistas fundada en 1864, y allí acudieron las élites regeneracionistas que se reunían en la ciudad
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Entre 1912 y 1914 Francisco Albiña reformó la fachada del edificio. Hoy aparece organizada en una planta baja con columnas pares entre grandes ventanales y tres pisos con balcones corridos a los que se acopló en la época decimonónica una bella decoración labrada: girasoles, rosas, volutas, piñas, hojas de parra, capullos de flores, castaño de Indias, flores de azahar, margaritas, etc. La piedra aparece tan pulida que parece mármol.
En el interior del casino destaca una escalinata bajo una ventana de gruesos vidrios modernistas y una escultura de José Bueno. La preciosa talla de la barandilla se debe al arte de forja y cerrajería de Mariano Tolosa. Por ella se asciende hasta el salón rojo y una salón de época renacentista que conserva un artesonado y relieves grutescos tallados en madera sobre la pared.
También existe otra escalera interior, remozada en estilo art-deco que asciende irregularmente a las estancias superiores.
El salón rojo, realizado por Ángel Díaz Domínguez, es una de las joyas del casino. En él, cinco lienzos, adheridos a las paredes, cantan las efemérides de la modernidad zaragozana: la inauguración del Canal Imperial, Los sitios de 1808, La inauguración de la calle Alfonso y la exposición hispano-francesa.
Entre 1917 y 1922 se reformó el restaurante, José Bueno talló tres esculturas alegóricas del Vino, la Fruta y la Carne. En el restaurante pueden verse radiadores, lámparas, espejos y vitrinas inspirados en la secesión vienesa.
Otro de las grandes estancias es el Salón Doré, una sala acondicionada para los espectáculos en la que se celebraban conferencias y grandes eventos. Artistas, periodistas, ingenieros, escritores, intelectuales en general cuya cabeza más conocida es en Aragón Joaquín Costa eran contertulios del casino en un sustancioso intercambio de ideas. Los hermanos Quintero, Jacinto Benavente, Azorín, Ramón Gómez de la Serna e incluso, se cuenta, Virginia Wolf, visitaron el casino, a veces críticos, otras complacientes con el arte establecido y el poder.
En 1921 el casino se convirtió en sede permanente de exposiciones, hasta 1940 única existente en Zaragoza. El edificio fue declarado Bien de Interés Cultural en 1984, pero en los años ochenta vivió estado de abandono hasta que en 1990 la entidad financiera Cajalón lo adquirió y restauró piezas, columnatas y paredes de la mano del arquitecto José María Valero, especialmente en la planta superior, muy destruida.
Hoy día el edificio se reserva para congresos y para los trabajadores de Cajalón y no está abierto al público de ordinario, pero merece la pena entrar en la planta baja y echar un vistazo a los espacios de libre afluencia.
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