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Duro retrato de la violencia y el narcotráfico en las barriadas de Río de Janeiro y de la brutalidad del paramilitarismo. Todavía puede verse en los cines el filme de José Padilla, director de Tropa de élite, inspirada en la libro del antropólogo Luiz Eduardo Soares, una película sin concesiones hacia ambos lados, que atrapa al espectador y no lo suelta desde el primer minuto. Una película que plantea preguntas y descose respuestas.
Tropa de elite, que ganó un Oso de Oro en el pasado festival de Berlín, es una buena muestra del cine que se está haciendo al otro lado del Atlántico. Esta película, tributaria del cinema novo brasileño, se ha convertido, como su predecesora “Ciudad de Dios”, es un fenómeno de culto en los países de habla portuguesa.
El filofascista comandante Nascimiento, del Batallón de Operaciones Policiales Especiales (BOPE), encargado de erradicar el tráfico de drogas en una de las ciudades más violentas del globo, busca un sucesor. Los aspirantes no podrán dejar espacio a las veleidades y al relativismo, las pruebas de acceso a la academia marcan un punto de no-retorno. A través de un viaje por la transformación psíquica de los personajes se muestran la ingenuidad, o tal vez la hipocresía, de las buenas intenciones.
El ángulo escogido por José Padilla para mostrar la complejidad de la violencia y sus espirales, rompe esquemas y aleja dogmatismos. Es sin duda, una película que marca un hito en las maneras y que, por la brutalidad de sus escenas o su poderosa banda sonora, deja al espectador clavado en el sillón. Su violencia lejos de ser gratuita, se hunde en las raíces de un dilema estructural con difícil solución.