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Aguador de la Fuente de la Princesa |
Si el desarrollo de la ingeniería hidráulica en época romana permitió que Caesaraugusta disfrutara de baños y fuentes públicas, o incluso agua corriente en algunas viviendas, en épocas posteriores las instalaciones de abastecimiento y evacuación de agua desaparecieron, convirtiendo en imprescindible el oficio de aguador o azacán hasta comienzos del siglo XX.
En Zaragoza, se recogía el agua de consumo en el Ebro o en el Gállego. Los aguadores la acarreaban en cántaros, a lomos de burros, repartiéndola por las calles.
Pero el comienzo del siglo XX atestiguó la desaparición del esforzado trabajo de los aguadores, quienes ya no veían posible Vivir del agua.
En esta exposición temporal se destaca la importancia del agua en Zaragoza, la dureza del oficio de los aguadores, mostrando una selección de cántaros y tinajas hallados en excavaciones arqueológicas.
El azacán
La vida de estas personas, que jugaron un papel fundamental en la vida diaria de los zaragozanos de los siglos pasados, es la que centra la exposición que se inaugura mañana, 15 de julio, en el Museo de Caesaraugusta. El aguador ha merecido diversos reconocimientos a lo largo de la historia, plasmados en obras pictóricas y literarias, así como en las palabras utilizadas para denominarlos y aquellos otros significados que se asociaron a ellas.
Durante la época romana, con el término aquarii se aludía al grupo de personas encargadas, como servicio público de la ciudad con funciones y puestos claramente definidos, del mantenimiento de las instalaciones hidráulicas ya comentadas. El mismo vocablo en singular, aquarius, dio nombre a una constelación, cuyas estrellas dibujan una figura humana vertiendo agua de un cántaro, y a la que se vincularon los valores de fortuna y prosperidad. No obstante, en la misma época, fueron los esclavos los encargados de acarrear agua hasta las viviendas en los casos necesarios.
Extinguidas las infraestructuras romanas y por tanto también las funciones de los aquarii, la labor ejercida inicialmente por los esclavos fue transformándose en oficio bajo el título de aquator, de donde deriva aguador. Esta denominación convivió durante varios siglos con la de azacán, evolucionada de la raíz árabe saqqa, que como nos dice Sebastián de Covarrubias «vale dar a beber o regar, porque el que riega da de beber a la tierra».
Es en época moderna cuando se concentra el mayor número de referencias artísticas a aguadores y azacanes, ya con ciertos matices peyorativos asociados. El Lazarillo de Tormes (1554), en su breve tratado sexto, inicia la reconducción de su penosa trayectoria vital cuando trabaja como aguador a sueldo de un capellán durante cuatro años. Pero lo que es gran mejoría para Lazarillo no significa ni mucho menos buena posición social. Diego de Velázquez nos lo confirma en su conocido Aguador de Sevilla (1620), figura casi imponente, plena de dignidad, pero con su sayo raído y agujereado. Y también Don Quijote (1605) en su capítulo XXVI, aspirando a emparentar con monarquías imaginadas, porfía en sus hazañas para encubrir ser hijo de azacán o, lo que es lo mismo, de un pobre diablo que depende de su trabajo físico. El mismo Cervantes convirtió a los azacanes en protagonistas de La ilustre fregona (1613), novela ejemplar perfectamente enmarcable en la literatura picaresca española.
Ya en los dos últimos siglos, varias estampas representan a heroínas de los Sitios de Zaragoza, como María Agustín, transportando cántaros a las zonas de asedio. Con la llegada de la fotografía, descubrimos a los azacanes recogiendo agua en los ríos o fuentes, recorriendo las calles junto a sus burros o portando cántaros y cubas.
En suma, las anteriores referencias deben valorarse como un retrato aproximado de los aguadores: personas de baja extracción social, por lo general foráneos (asturianos en Madrid, franceses en Toledo), trabajadores desde la niñez a la vejez con ingresos que sólo alcanzan para salir de la pobreza absoluta y, por tanto, obligados a un esfuerzo permanente para efectuar su irreemplazable tarea, concepto este último que terminó por asociarse de manera inherente al vocablo, como certifica el actual Diccionario de la Real Academia Española: azacán. 1.Que se ocupa en trabajos humildes y penosos. 2.Aguador
Cántaros y tinajas
Hasta la generalización de las cubas, o toneles de mayor capacidad, el cántaro fue el principal recipiente utilizado por los azacanes para el transporte de agua. Los ejemplares conocidos de los siglos XVII y XVIII presentan siempre una tonalidad de barro clara, como corresponde a las tierras de Zaragoza, y la misma tipología: perfil panzudo, boca corta, una sola asa y, en ocasiones, finas líneas incisas de decoración.
Su producción en los alfares de la ciudad se encontraba regulada por el concejo municipal respecto a la cantidad de cántaros, con el fin de garantizar su presencia continua en los mercados, así como al precio de cada unidad, y su capacidad, que las ordenanzas de 1751 fijaban en 26 libras, aproximadamente 8,5 litros. La garantía de estas condiciones se reflejaba en el mismo cántaro mediante varios sellos: el león rampante, símbolo de la ciudad, dos círculos concéntricos como señal de revisión, y por último las letras o signos identificativos de cada alfarero.
Museo del Teatro de CaesaraugustaDirección: San Jorge, 12 (barrio: Casco Histórico) – 50001 – Teléfono: 976 205 088
Horario: En horario de apertura del Museo del Teatro de Caesaraugusta. Martes a sábado, de 10 a 21 h. Domingos y festivos, de 10 a 14 h. Lunes, cerrado