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Y en este caso “circulación” en un amplio sentido, tanto el sanguíneo, como el que afecta al tráfico. No en vano, CAMINAR, no es pecado. Se puede ir a los sitios andando, aunque no lo parezca. La vuelta de la esquina no es una distancia suficiente para justificar el uso del coche. En caso de no aceptar “caminar” como animal de compañía contamos con otras opciones muy válidas como el transporte público o la bicicleta.
Me podéis tildar de sensacionalista tras haber leído las líneas anteriores, pero hay varios ejemplos reales que justifican las sentencias que he realizado. El coche comienza a ser un elemento molesto en ciudades como…Zaragoza. Yo partiría de la base de que el uso del coche debería justificarse con un trabajo a una distancia media-lejana, un trabajo que requiera el uso del automóvil, la necesidad de ser transportado de alguien que no anda bien de salud, etc etc etc. Con esto quiero decir que claro que sí hay muchos casos en los que es necesario el uso de las cuatro ruedas.
Sin embargo, en otras muchas ocasiones es un uso “perezoso” y lo es por la pereza y vagancia del dueño del automóvil que no quiere cansarse dando cuatro pasos. O lo es por la comodidad de encender la calefacción del coche, aunque sea para 2 dos minutos y medios. Razones “no del todo comprensivas” podemos encontrar entre los conductores.
El transporte público, la bici o el caminar son alguna de las alternativas que harían de las ciudades lugares menos contaminados ambientalmente y acústicamente entre otros. La prueba de cómo me gustaría que fuese Zaragoza la obtuve la semana pasada cuando el Paseo Independencia estuvo cortado al tráfico por la festividad del Pilar. Cuando por las mañanas caminaba desde el gimnasio hasta el trabajo, pasando por Independencia, era como si estuviese caminando por otra ciudad. ¿Razones? Muchas, pero por encima de todo eran las sensaciones, el sonido, todo…
En las próximas entregas pienso desmenuzar las tres opciones que defiendo: transporte público, bici, andanding. Cuidaros!