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| Si Edward Bloom fuera alérgico… (Big Fish, 2003) | |
La siguiente sucesión de pequeñas y bizarras «catástrofes» está basada en hechos reales. Sé que muchos no me creeréis pero, unos pocos, otros como yo, se sentirán seguramente identificados…
Me despierto en lo mejor del sueño. ¡Atchís, atchís, atchís! Tres estornudos consecutivos confirman lo que sospechaba: ya es por la mañana y es hora de levantarse. Acto seguido, y tras sufrir algún que otro espasmo más, me precipito a la incertidumbre de un nuevo y rutinario día lleno de peligros. Sí sí, de peligros.
Una vez en el autobús, mi infalible mecanismo detecta-amenazas para el sistema respiratorio, comienza a volverse loco. Para empezar, me avisa de que alguno de los pasajeros, quizá varios, poseen un simpático animal felino o canino -en cualquier caso peludo- en su casa y no dudan en darle unos buenos achuchones todas las mañanas. Inexplicablemente, todas las señoras deciden salir de casa a esas intempestivas horas y, además, han decidido perfumarse con fragancias elaboradas con “hierbas aromáticas frescas y delicadas”. JÁ.
Total, que antes de que hayas podido divisar un buen sitio, tu pituitaria ha captado tal amalgama de olores que comienzas a perder la noción del tiempo y del espacio, hasta tal punto, que acabas sentándote al lado del primero que pillas, sin percatarte de que probablemente lleve un gato en el bolso (de eso te das cuenta segundos más tarde, cuando queda muy mal levantarse y plantarse en otro asiento).
Intentas concentrarte para no estornudar. Dientes ligeramente apretados, lengua tocando el paladar… ¡ATCHÍS! Es mucho peor. Lo único que consigues es que te vengan todos de golpe, en el momento más inoportuno y sin poder hacer nada por evitar la vorágine de secreciones varias.
Podría seguir relatando el resto de las 22 horas que quedan del día, pero creo que ha quedado claro que la alergia ha pasado de inocente endemia a amenazante pandemia. Va extendiéndose poco a poco, sin levantar sospechas, sin dejar cabos sueltos, sin darte tiempo a reaccionar…
Tú, alérgico por resignación, enorgullécete de sobrevivir cada temporada a uno de los males más subestimados de la historia de los males. Tú, alérgico neonato, busca apoyo en tus semejantes, no desesperes, todos hemos estado ahí antes, y aquí seguimos. Tú, individuo no alérgico, no estás a salvo y lo sabes. O no, porque mientras tanto, sigues empleando perfumes maliciosamente edulcorados y acariciando a tu animal de compañía, cuyo nutridos pelaje es un parque de atracciones para los ácaros.
Sé que es mucho pedir pero, por el bien de la humanidad, ¡Lávense las manos tras acariciar a sus mascotas! ¡Desempolven sus ropajes! ¡Declárenle la guerra a la naftalina y a estrambóticos perfumes! Porque amigos míos, nadie está a salvo.
4 Comentarios. Dejar nuevo
Tengo un amigo que casi muere por quedarse a dormir en casa de un ligue que vivía con su gato. Ah! Y yo también odio a las señoras que huelen a Pachuli (habrá que crear un grupo en Facebook). Muerte al perfume de Carmen Sevilla!
Qué razón tienes. Aquí uno que se siente identificado con todas estas situaciones. El tema está en que no viajo en bus urbano, pero sí de línea, lo que me atrevo a decir que confluye muchos más olores si cabe…
Un saludo
no soy alérgico pero toda mi familia lo es. tic tac tic tac… cuanto me quedará!!
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