De príncipes azules…

Mi hombre ideal debería tener… la sonrisa de Clive Owen, la mirada de Paul Newman, la sensibilidad de Mario Benedetti, el torso de Hugh Jackman, la empatía de Ernesto Che Guevara, la inteligencia de Stephen Hopkins, la lucidez de José Saramago, el desaliño sexy de Matthew McConaughey, la fortaleza de Nelson Mandela, la imaginación de Albert Einstein, el sentido del humor de Woody Allen, la arrogancia de Han Solo, el canalleo de Robert Capa, el espíritu aventurero de Indiana Jones, la conciencia de Mahatma Gandhi, la eterna adolescencia de Johnny Deep, la locura de Vincent Van Gogh, la ironía de Oscar Wilde, la percha de 007 y la cuenta corriente de Bruce Waine. Ains…

IR AL BLOG

Pertenezco a esa generación de mujeres a las que, de pequeñas, las películas de Disney todavía nos invitaban a soñar con el príncipe azul, el hombre “perfecto” que daría sentido a nuestras vidas. Y así, debíamos esperar su llegada siendo buenas, limpias y guapas. Él nos despertaría con un beso del sueño eterno. Afortunadamente, los años me enseñaron el trasfondo machista de aquellas películas y entendí que es mucho mejor no perder el tiempo, porque a las doce la carroza se convierte en calabaza, y porque, además, la perfección es aburrida. Son los pequeños defectos los que nos confieren personalidad y muchas veces nos acabamos encariñando, precisamente, de las flaquezas del otro.

Ya no busco al príncipe azul… Me lo paso pipa con el príncipe gris.