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Saborear el durante |
Lo llaman “vida slow” o cultura de la tranquilidad y se basa en la revalorización de los afectos, la defensa de la comida saludable y la práctica de actividades placenteras. ¿Dónde hay que firmar?
Estoy de acuerdo en que necesito desacelerar (mi estómago, que sufre de gastritis crónica a causa del estrés, también lo está…), el problema es que la teoría (respete sus horas de sueño, realice una actividad a la vez, no varias al mismo tiempo, deje tiempo en su agenda diaria para estar con personas que usted quiere…) es difícilmente aplicable a la realidad del mono gris, la del trabajador de clase media o baja que tiene que echar más horas que un reloj en el curro para, por ejemplo, hacer frente a la hipoteca.
No obstante, me declaro una firme defensora de la “vida slow”. No es que vivamos rápido, es que lo hacemos obsesionados con la prisa; sin concesión a la espera… o la paciencia: “–¿Para cuándo lo necesita? –Para antes de ayer…”. “Pronto”, “cuanto antes”, “¡ya!” son expresiones que escuchamos un millón de veces al día y que evidencian el dominio de la urgencia sobre nuestras vidas. Somos esclavos del tiempo… y víctimas de la pura sucesión.
Así que me rebelo ante semejante perspectiva. ¡Quiero recuperar la lentitud! Disfrutar de los míos, mantener con ellos largas conversaciones, cocinar y comer despacio (mi padre dice que comer es el mejor de los placeres con los pantalones puestos, y yo lo suscribo), olvidarme del reloj, practicar el deporte nacional: la siesta, atreverme a decir en voz alta: “¡Eso puede esperar!”. En definitiva, saborear el “durante”.
Seguro que muchos también se apuntan. Ahora hace falta que nos dejen…
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Yo quiero firmar ya.