Entre dos fuegos

Caso real: unos jóvenes caseteros están pasando el rato en su local. De repente, sonido de derrapes y un estrépito en la calle.

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Al salir contemplan como una furgoneta (una fragoneta, para entendernos) ha chocado por detrás a toda velocidad con un coche aparcado, que a su vez a golpeado al de delante por la fuerza del golpe quedando en mitad de la vida pública. El conductor, a todas luces un auténtico elemento peligroso del lumpen, se da a la fuga dejando un rastro de agua del radiador.

Al ser el coche de un amigo, los del local llaman para informar tanto al dueño, que está en su casa, como a la guardia civil. Al momento, surgen de las viviendas de la calle montones de gitanos buscando a alguien -que no estamos seguros de quien o quienes son ese alguien pero presumiblemente se conocen- y repartiendo un arsenal de estacas, palos, bates de béisbol, etc, montándose un belén de aquí te espero.

En medio de estos tambores de guerra y llamadas a las armas aparece el benemérito cuerpo. Al parecer, los de verde ignoran a la soliviantada minoría étnica como si no estuvieran allí y como a alguien tienen que pedir la documentación ¿a quien se la piden? Por supuesto, a los mismos que les han llamado y que no tienen nada que ver en semejante fregado.

En estas estamos, entre intimidaciones por parte de el cuerpo que ponen en seria duda la honorabilidad de los chavales, que llega el propietario del coche afectado con su señor padre. El sheriff de tricornio arremete entonces contra el propietario con insinuaciones como “¿Dónde estarías tu a estas horas, que estarías haciendo?”, como acusándole veladamente de drogata juerguista que frecuenta after-hours, a lo que el padre responde con una mas que justificada indignación que su hijo estaba en casa durmiendo y qué tendrá que ver el tocino con la velocidad. Aparece uno de los amigos afirmando que ha seguido el rastro del agua del radiador roto de la furgoneta y que está aparcada a sólo unas calles, hecho que al que, muy profesionalmente, los guardias hacen caso omiso.

No tengo muy claro si hubo denuncia o no; en cualquier caso, no servirá de mucho. Al menos, los guardias no entraron a registrar el local-peña pese a sus amagos en tal sentido.
Es una auténtica pena que lamentablemente no sea ni mucho menos un caso anecdótico. La población que trabaja, cumple sus deberes para con la sociedad y sostiene el país, arrinconada entre aquellos que deberían velar por su seguridad y entre el lumpen parasitario. Los ricos se pagan empresas de seguridad pero ¿y la clase trabajadora? No es mi intención sembrar el descrédito a los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, pero en estas lides, ingenuo es sin duda aquel que espere mucho de ellos.

En el mismo barrio hace tiempo se levantó un clamor contra la inseguridad ciudadana por las noches y se pidió mas presencia policial. La respuesta de la policía fue acudir religiosamente cada mediodía a abrir la veda de las multas de tráfico. Genial. O identificaciones masivas a todo joven que se esté bebiendo una litrona en la calle. Gracias, gracias, así estamos mucho mas seguros.

Espero que al menos los gitanos agarraran al de la furgoneta, si hay justicia en este mundo.