Excusas

Menorca, verano de 2008

Cada día deberíamos buscar una excusa para pronunciar las palabras mágicas: “te quiero”. Solemos reservarlas para las grandes ocasiones: cumpleaños, navidades…; y las decimos no sin cierto sonrojo. Sin embargo, la vida me ha enseñado que, a veces, la fatalidad arranca de nuestro lado, cuando menos lo esperamos, a las personas que nos hacen felices, a la gente importante que nos ayuda a afrontar las dificultades y nos endulza la rutina. No quisiera que ninguno de ellos ignorase lo especiales que son y cuánta falta me hacen.

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Dice una canción del maestro Joaquín Sabina que “hasta los huesos / sólo calan los besos que no has dado”. Ocurre algo parecido con las palabras que silenciamos, a veces por vergüenza, otras por simple apatía o porque vivimos sumidos en la urgencia, sin tiempo siquiera para cuidar nuestras relaciones. Y lo que callamos en un momento único e irrepetible, la oportunidad que dejamos pasar, acaba dejando una huella indeleble en nuestra memoria. “No se lo dije, pero seguro que él ya lo sabía”, nos engañamos. Porque incluso cuando estamos seguros de que alguien nos quiere, escuchárselo decir actúa como un bálsamo, como una cura; nos colma y, en definitiva, nos hace sentir dichosos.

Por eso cada día procuro buscar una excusa para pronunciar las palabras mágicas: gracias por tu sonrisa, por tu fuerza, por tu complicidad, por hacer más fácil levantarme cada mañana y ponerle buena cara al lunes, por ser especial, por ser importante para mí… Te quiero.

Para Jorge y su familia. Ánimo. Os quiero.