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En estas fechas navideñas llegan los días de las felicitaciones. Lo mas normal es que el día de nochevieja se saturen las líneas telefónicas o se sobrecarguen las redes de telefonía móvil de tantas felicitaciones en lugares a lo largo y ancho del planeta donde se use el calendario gregoriano.
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También se estila, con esto de la profusión de las nuevas tecnologías de la comunicación, el día 25 desear una feliz navidad o bien ese gran clásico de “que paséis una buena noche” mediante mensajes de texto de móvil a móvil. Y aquí es cuando se pone en evidencia lo poco que se acuerdan de uno cuando cada cinco minutos el móvil de mi hermana suena indicando un nuevo sms, una nueva felicitación. . . y mi teléfono permanece silencioso. Las comparaciones son odiosas.
Pero aun me queda un consuelo. Los doscientos que le enviaron a mi hermana eran estándar. De esos que el remitente encuentra una frase estupenda y trascendental y se la envía a los mejores números de su agenda. Mis tres preciados mensajes fueron personalizados, ex profeso por mi persona.
Y el que no se consuela es porque no quiere…