 | |
Como este blog tiene vocación servicio de público, me permitiré poner mi granito de arena para que todo aquel que busque información de Zaragoza tenga una idea mucho mas próxima a la realidad a ras de suelo, y en esta ocasión, he aquí la historia no oficial del Parque Primo de Rivera.
En sitios de información de la ciudad puedes encontrar cosas como “Es la zona verde más importante de la ciudad y verdadero pulmón verde, 409.000 metros cuadrados. La prolongación natural del Parque Grande son los Pinares de Venecia, extensa zona verde y pulmón de la ciudad, que se extienden a lo largo del Canal Imperial de Aragón…” y hechos reseñables como su inauguración en 1929 por el dictador Miguel Primo de Rivera; cosas muy interesantes y relevantes, desde luego.
Pero habría que comentar también, sólo por el afán de completar la información, que en el popularmente conocido como Parque Grande se ubicaba el recientemente desaparecido anfiteatro del Rincón de Goya, donde los zaragozanos pudieron disfrutar de conciertos de música y otros menesteres. También, que en los duros años ochenta, su parte alta arbolada sumida en la oscuridad se convertía en yonkiland, paraíso de heroinómanos que dejaban patente su rastro de agujas cuando asomaba el sol. Actualmente, también sirve de lugar para hacer un ajardinado y agreste botellón, con o sin guitarra, sin molestar a terceros y sin que terceros vestidos de azul molesten. En los últimos años también se ha revelado la zona de la piscina como un lugar de práctica intensiva de tambor o djembe. Al principio hace gracia, después pagarías por oír sólo el canto de los pájaros.
Y por supuesto, la gran utilidad pública y función social que representa y ha representado el parque para generaciones enteras de enamorados y parejas furtivas que amparadas en la penumbra y en la discreción, parando el coche entre los árboles, han dado rienda suelta a las pasiones y al sexo en su formato juvenil mas clásico: el del coito del asiento de atrás. Hay noches en que a buen seguro Cupido cambia el arco y las flechas por una ametralladora clavada en un trípode, pues con los pisos como están, a muchísimos sólo les queda la intimidad compartida del coche entre los árboles en medio de un gran orgasmo colectivo.
Espero que un día no les de a los del ayuntamiento por poner farolas mas luminosas o algo así porque entonces matarían el encanto. Glups, mejor me callo para no dar ideas.
