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Llueva o truene, el botellón debe continuar. |
Esta mañana me he levantado y el viento había cesado al fin. Terminaron –por ahora- las acometidas del pertinaz cierzo al que, por muy de la tierra que seas, por muy a rosca que tengas ajustado el cachirulo, nunca te acostumbras del todo.
Los del norte peninsular se podrán acostumbrar al cielo nublado, los finlandeses a la nieve, los británicos a la lluvia pero ningún ser humano puede acostumbrarse al viento. ¿Podrías acostumbrarte a que alguien te estuviera empujando la cara y revolviéndote el pelo por la calle? Y eso por no hablar de todo eso de la dichosa sensación térmica que se incrementa con el cierzo. Es decir, que tenemos mas frío que el que se supone que hace. Supongo que será porque el viento se cuela por todas las aberturas de la ropa de modo que sólo estas completamente a salvo con un traje de hombre-rana con un pasamontañas encima.
Pero aunque nunca uno se pueda acostumbrar a este fenómeno meteorológico, bien es cierto, que el Homo Ventosus zaragozano desarrolla una tenacidad y una osadía ante la inclemencia del dios Eolo que no poseen en su ADN ciudadanos de otras partes del planeta. Y eso se puede comprobar porque pese al temporal, la muchachada acude con rigor espartano al botellón de los jueves. No en masa, pero si con la suficiente representación para proclamar nuestra legendaria tozudez: “¿Que hace viento? ¡Un poco de aire na más! ¡Al botellón!”.
En el botellón de la Plaza de Los Sitios suelen proliferar los erasmus. Una vez recuerdo claramente como, en medio de un cierzo atroz, estos estudiantes europeos no dejaban de sorprenderse de que en semejante situación, la gente permaneciera allí persistiendo en su actitud empinando las botellas de calimocho.
Hoy, calma y quietud, las ramas de los árboles inmóviles, sol radiante, los vecinos caminando dicharacheros por la calle con la cabeza alta rumbo a la panadería, e incluso ir a trabajar se hace mas fácil. La gente con menos mala uva que de costumbre. Y yo voy por la calle con una sensación comparable al día de la liberación de París: libre y con ganas de ir dando besos a todas las muchachas que se cruzan en mi camino.
Aunque pensándolo bien eso me pasa siempre.
3 Comentarios. Dejar nuevo
Pues sí, jeje. Yo también he hecho botellones a bajo cero y con el cubata hasta arriba de hielo. Ahí se nota cómo el cubata intenta dar calor pero la atmósfera puede con él. Es una sensación rara: por dentro estás caliente, por fuera helado y acabas con las manos a punto de la congelación. En fin… contradicciones de la vida.
el botellón es para el verano. cuando hace frío lo mejor es la casita de alguien. lo que tienen que hacer los bares es bajar el precio de las copas que es una exageración.
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