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Recreación de la yurta de Kazajstán |
Desde que Zaragoza fue designada sede de la Expo, hace ya tres años, he deseado que la Muestra fuese una oportunidad de lujo para conocer la idiosincrasia de diferentes culturas y países de los cinco continentes. Y precisamente eso, la ocasión de zambullirse en un ambiente cosmopolita, me ha parecido siempre el mayor aliciente para visitar la exposición internacional. Músicas del mundo, gentes venidas de todas partes con llamativas indumentarias… Comer sushi, cuscús, enchiladas o kebab, saborear el mejor café de Colombia o gozar con un genuino mojito cubano. Sin embargo, no todos los pabellones de países participantes han satisfecho mis expectativas…
Más de 100 países participan en la que se ha venido a llamar “la mayor fiesta del agua en la Tierra” y cabría esperar que todos y cada uno de ellos hubiesen dado lo mejor de sí mismos a la hora de mostrar sus principales atractivos y la relación de sus ciudadanos con los recursos hídricos. Pues bien, me llama poderosamente la atención que, a mi juicio (y salvo excepciones como Japón o Alemania), han sido precisamente los países más pobres los que han traído a la Muestra las propuestas más interesantes y coherentes con el lema de la misma: “Agua y desarrollo sostenible”.
No sé si se debe a que la falta de recursos obliga a agudizar el ingenio, o a que estos países tienen un concepto más acusado de la dignidad, pero el caso es que mientras la bola de nieve gigante de Austria, los paneles informativos circulares de Dinamarca, la colección de bañeras de Jan Fabre de Bélgica o el reno disecado de Suecia me dejaron más bien fría, los proyectos expositivos de países con economías mucho más modestas consiguieron sorprenderme y hacerme pasar un buen rato.
Así, recomiendo no dejar de conocer: el teatro virtual que permite viajar por el mar de arena de Argelia, las fuentes para la vida turcas, las maquetas de las antiguas ciudades mauritanas (Chinguitti, Ouadane, Tichitt y Oualata), la recreación de la yurta de Kazajstán, el show vietnamita y el recorrido por las ciudades, la cultura, los recursos naturales y la agricultura del pabellón de los países del África Subsahariana (mágnífica la fachada de este edificio). Por no hablar de la exhuberancia de los colores, las formas y los olores del de Marruecos, uno de los favoritos de los visitantes.
Aunque, para ser justos, todavía peor que la falta de creatividad de algunos países, es la falta de desfachatez de los que sólo han traido tenderetes a la Muestra, como La India o Yemen.
Menos mal que la decepción que causa visitar algunos pabellones tras horas de espera la cura disfrutar del magnífico audiovisual de Saura en el de Aragón. De lo mejorcito de Expo 2008, sin lugar a dudas.