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Hay que mirar por dónde vamos |
Cruzo la calle. ¿Rojo o verde? ¡Buf! Llego tan tarde… Mil cosas en la cabeza. El trabajo, las facturas, eso que me dijeron de un amigo… ¿Rojo o verde? Si es que tengo que ir a hacer a la compra y creo que no me va a dar tiempo… ¿Rojo o verde? Piiiiiiiiiiiiiiii…
¿Alguien alguna vez se ha saltado un semáforo? Estoy convencida de que sí, ya se sea como peatón o con el coche pero todo el mundo, en algún momento, se ha saltado un semáforo en rojo, a lo sumo, en ámbar. Pero, ¿realmente somos conscientes de lo que puede llegar a pasar?
Llevamos siempre, como norma general (estoy segura), mil cosas en la cabeza y cuando uno se pone a pensar se le olvida que el mundo sigue girando a su alrededor. Cruza los pasos por donde le parece sin atender a nada o conduce como si llevase antiojeras (lo que se les pone a los caballos para que solo miren al frente en según que situaciones y no se espanten).
Ayer a mí casi me atropellan. Me cagué en toda la suerte del tío que conducía el coche pero realmente la culpa fue mía. Fue uno de esos momentos en que ni siquiera miras el semáforo. Iba tarde, iba pensando en mis trescientas doscientas mil cosas y, para más “INRI” soy un poco cegata, por lo que o ando al loro en los cruces o no veo ni un tractor por la Gran Vía.
Supongo que el pobre hombre que iba con su coche muy tranquilo también se cagaría en mi suerte pero yo lo puse “a caer de un guindo”. Sí, se que la culpa es mía, pero es instinto. La historia es que conozco de cerca las consecuencias de no atender a los semáforos, pero aún así se me pasó. Y es que no se pueden tener tantas en cosas en la cabeza.