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El árbol de la vida (1909, Klimt) |
Hoy puede ser uno de esos días que comienzan mal y acaban peor, medio agobiantes, medio devastadores, que duelen, que pesan, que te hacen sentir diminuto. Uno de esos días en los que la Ley de Murphy rige cada una de tus acciones. Uno de esos días en los que mirar más allá de las sábanas supone un esfuerzo sobrehumano y en los que preferirías pasar horas y horas disfrazando historias en las que todo funciona.
De esos días en los que, al final, decides poner los pies sobre el frío suelo y te diriges a la ducha con la esperanza de que el agua templada diluya todos esos monstruos que has ido acumulando. Te desperezas, recurres a los Doors para que te animen un poco la mañana (y lo consiguen). Lees el correo, bajas a la calle, subes al bus, la misma gente, el mismo recorrido. Las cosas van como de costumbre, «nada nuevo bajo el sol».
Y pasan las horas, pasan, pasan. Ni sufres ni padeces. «Que llegue la hora de cenar para abalanzarme de nuevo a inventar historias desde mi cama», piensas.
Hasta que de repente, suena el teléfono. Y todo da un giro de ciento ochenta grados. Y sonríes. Y sí, las cosas cambian. Claro que cambian.
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Sin palabras, directo al medio 🙂