Un viaje. Mil historias

La vida en movimiento

Los edificios, las calles, las personas…todo se aprecia mejor y se valora más desde la ventana de un autobús urbano. Cada parada que hace en su recorrido es un mundo y cada persona que sube, una historia. En tan sólo unos segundos te da tiempo a descubrir las fantásticas fachadas de los edificios que constituyen la ciudad. Casas por las que has pasado un millón de veces, pero que nunca te has parado a contemplar.

Las personas suben y bajan del autobús como una parte más de la vida, de la monotonía, del día a día. La expresión de sus caras, su forma de vestir, la manera de sentarse, de suspirar….te pueden servir para hacerte una ligera idea de cómo son o del momento por el que atraviesan. Se pueden crear mil historias en torno a un viaje en autobús. Encontramos a la señora que sube en plena hora punta con el carro de la compra, porque seguramente ocho paradas más allá de su casa la barra de pan cueste 20 céntimos más barata o aquella que sin cortarse un pelo y con el autobús hasta la bandera empieza a empujar y a protestar hasta que consigue sentarse. Estas personas son ajenas a ello, pero seguramente serán la comidilla del día en un café o a la llegada al trabajo.

En el autobús se pueden experimentar muchas clases de vivencias, algunas divertidas y otras no tanto, pero es algo que nos indica que la vida está en movimiento, que no para. Por el contrario, desde el asiento de un coche no te fijas en las fachadas de los edificios ni tampoco tienes la oportunidad de observar el comportamiento o la vida de ciertas personas.

Eso sí, supongo que los maravillosos edificios y las historietas de la gente te dan igual cuando vas en el coche tranquilamente y ves como en el autobús que tienes delante la gente se agolpa contra el cristal porque normalmente hay “overbooking” y son pocas las veces en las que puedes disfrutar de un paseo por la ciudad sin que te pisen o te empujen.